Con solo 36 años Blezsinski es considerado un referente de un sector al que llegó antes de acabar el instituto con su primer videojuego comercial, “Jazz Jackrabbit”.
Unos años después, llena auditorios de conferencias en las que sus seguidores, algunos casi de su misma edad, le preguntan qué deben hacer para ser un buen creador de videojuegos a lo que Blezsinski responde sin dudar que “empezar cuanto antes a hacer videojuegos”.
Para él, tan importante como contar buenas historias es saber venderlas en todo el mundo. En un circuito tan internacional como el de los videojuegos ha podido comprobar cómo “aunque América es un lugar espléndido, la gente se pasa la vida sin salir del país, creyéndose el centro del universo y sin valorar la importancia de lugares como Barcelona o Japón”.
Polémico por sus opiniones, se toma las críticas con humor y cuando lee en un foro de internet que alguien le llama “gilipollas” él toma esos insultos y los convierte “en leña para hacer mejores juegos”.
Le gusta trasladar sus experiencias a sus videojuegos y, a través de las redes sociales, comparte datos sobre su vida personal con el objetivo de que “los videojuegos tengan una personalidad y se puedan relacionar con una cara”.
Aunque Blezsinski disfruta cuando sus fans le preguntan por su vida, se siente “asustado” ante los periodistas y cuando tiene que dar conferencias de carácter empresarial.
Es consciente de que las nuevas tecnologías, como los móviles y tabletas están pisando fuerte y lo están cambiando todo, de manera que el contexto actual es “apasionante para los desarrolladores, pero también inquietante”.
“El publico y el mercado está cambiando, la mente humana está cambiando, nos distraemos mucho con internet y necesitamos que ocurran muchas cosas a la vez”, una dificultad que hace que cueste más acaparar toda la atención de los jugadores y que “un pequeño juego de Suecia consiga 100 millones de jugadores” -en referencia a “Angry Birds”-.
La solución a este problema, según Blezsinski es “ser quirúrgico, casi malvado, para que la gente juegue hasta que amanezca” con trucos como “envolver el núcleo de la historia con capas, como si fuera una cebolla”.
Pese a todos estos cambios, este desarrollador norteamericano opina que los videojuegos son, ante todo “un arte, no hay más que ver los bocetos y esculturas que se hacen para su diseño”, pero, puntualiza, “en un mundo de marcas, no deja de ser un arte comercial”. EFE
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