Un debate sobre la televisión. La que tenemos y la que vendrá; su muerte y resurrección.
Un modo posible de pensar la instauración de la televisión digital es imaginar un mundo en el cual la tecnología reina. Donde la imagen televisiva deja de ser cotidiana para volverse omnipresente. Las pantallas multiplicadas por doquier desde la tradicional “tele” hasta los más novedosos celulares nos acompañarían en nuestras íntimas experiencias. Mientras los gurúes de la TV digital anuncian sus beneficios: mejor calidad de la imagen, interactividad, multicanalidad, triple play y movilidad, los disertantes del “Primer Encuentro Iberoamericano de Comunicación: lo digital y la digitalización”, organizado por el Sistema Nacional de Medios Públicos en Canal 7 los días 14 y 15 de octubre, se animaron a preguntar por los contenidos, las políticas públicas y la relación con la tecnología. Académicos de América latina y España coincidieron en que la elección entre la norma estadounidense, europea o japonesa no es lo más importante. ¿Una vez digitalizado el espectro, estaremos realmente hiper-conectados? ¿O más bien hiper-segmentados e hiper-individualizados? En la era de los usuarios y consumidores, qué sucede con nuestra condición de ciudadanos.
El para qué de la digitalización se instauró como hilo conductor en las cuatro mesas del encuentro. Si utilizamos la anacrónica definición de Umberto Eco, podríamos decir que para los más integrados, u optimistas, la TV digital permitirá la inclusión social de actores que actualmente no participan en los medios masivos. Pero aún no queda claro el modelo de negocio, cómo se realizará la mudanza de lo analógico a lo digital y cómo se garantizará la diversidad de contenidos. Los más apocalípticos, e incluso algo nostálgicos de la ciudadanía clásica, reinstauraron el debate por la definición de políticas públicas de radiodifusión aplicables. En Argentina, para no cometer los errores del pasado, además de modificar la ley, se requiere que esos cambios no favorezcan a los grupos hipercomerciales que dominan el mercado y concentran la producción de contenidos en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Ni apocalíptica ni integrada, la sociedad civil fue llamada a ejercer críticamente su derecho a participar de este debate.
La televisión digital se presenta como un gran almacén virtual, que ofrecerá contenidos diversos según edades y gustos. Al ser intangible, los usuarios circularán hacia sus productos y potenciarán sus “libertades”, de consumo y espectáculo. Sin embargo, estudios realizados por Emili Prado (Univ. Autónoma de Barcelona) demostraron que los contenidos siguen concentrados en tres ejes: ficción, información e infoshow. Martín Becerra (Univ. de Quilmes) distinguió el caso europeo del latinoamericano. El primero se caracteriza por una larga tradición de servicio público en medios de comunicación y la regulación estatal, aun después de la apertura a empresas comerciales, permite programaciones complementarias y diversificadas, mientras que en Latinoamérica la anomia de políticas públicas garantiza la “seguridad jurídica” para los grandes grupos empresariales en detrimento de la mayoría de la población. El multichanel podría representar una alternativa para países como la Argentina siempre y cuando se revisen los marcos regulatorios en pos de pensar una nueva televisión pública no comercial. Glenn Postolski (Univ. de Buenos Aires) indicó que actualmente no existen en Argentina medios públicos, sino medios gubernamentales que dependen de las decisiones discrecionales de los gobiernos. El canal Encuentro, exclusivo en cable, y el funcionamiento de Canal 7 en los últimos cuatro años son ejemplos de programación complementaria; sin embargo, nada asegura la continuidad de la política de programación ante un cambio de gestión. Omar Rincón (Univ. Javeriana, Colombia) explicó que históricamente la TV pública se pensó en términos de informar y educar; esto implica concebir a los espectadores como sujetos dependientes de los medios para informarse e instruirse. Pero la televisión pública debe también entretener y evitar cederle la franja del entretenimiento al mercado.
Acortar la brecha digital no se trata únicamente de cómo el mercado se apropia de la tecnología, sino de cómo se desarrollan software y contenidos. Guillermo Mastrini (UBA) recordó que en el universo tecnológico, América latina está a tiempo de desarrollar software propio de indexación, como integrar bases de datos regionales para potenciar el uso de Internet y diseñar políticas de integración y promoción de la industria creativa de cada país.
Los procesos de digitalización abren la posibilidad histórica de cambiar, aunque sea en parte, las reglas de juego. Es preciso implementar políticas públicas que conjuguen dos aspectos: el técnico, ligado a políticas industriales, y los socioculturales, asociados a la producción y distribución de contenidos simbólicos. Esto último incluye reservar parte del espectro para los sectores comunitarios. Ellos requerirán la colaboración estatal para poder producir y distribuir con cierta equidad en relación a las emisoras privadas dados los altos costos de la industria televisiva.
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